Añoro la quietud de las tardes en nuestra habitación después del ciclón,
añoro tu piel erizándose al paso de mis yemas,
mis dedos recorriendo tu piel hasta estremecerla
buscando el escalofrío en cada milímetro.
Tu voz aullando,
mi nunca desbocándose,
mi siempre derretido.
Y después, el desierto
corazones cadavéricos tiritando.
Arena, sangre, a veces sudor...
Y el vacío precipitándose en tus ojos llenos de pánico.
Ma mare ho guardava tot
Fins i tot, versos i paraules que mai no anaven a enlloc

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miércoles, 11 de diciembre de 2019
jueves, 28 de marzo de 2019
Una madeja
Una madeja,
un viento racheado que irrumpe,
bruscamente,
cuando olvidas su devastador efecto.
Un cruce de caminos en tu mirada,
un baile hipnótico, tribal, salvaje,
destello entre tinieblas,
la copa rota,
la herida abierta,
el susurro que nos eriza la piel,
traqueteo, sudor y gritos.
Desenmarañar en vano,
raíces arrancadas de cuajo,
enderezar sabiendo que es inevitable el reverso,
quietud perdida,
venda en los ojos,
ley seca,
vinagre, sal, limón,
cimientos,
derrumbe,
domingos sin fútbol,
pecados, penitencia, lamentos.
miércoles, 27 de marzo de 2019
En cada esquina
Hay sitios que pertenecen a personas, aunque no tengan escrituras. Lugares por los que es imposible pasar sin recordar los momentos felices que en ellos pasamos. Fuimos tan dichosos y hoy estamos tan lejos que no puedo caminar sin enfermar, cada día un poco más, de nostalgia. Porque en mi barrio estás en cada esquina.
La terraza donde me enamoré de tu sonrisa.
El banco del parque donde te vi llorar por primera vez.
La parada del bus donde me hice mayor esperándote.
La tienda de mascotas que siempre querías mirar.
El garito donde las mistelas y las promesas.
El bar en el que cenamos en nuestra primera cita. Y en la última.
La cafetería donde echabas el azúcar en círculos para verlo hundirse en el cortado.
El baño público en que nos refugiamos el día en que el desayuno se nos fue de las manos.
Y mi piso.
El ascensor donde me buscaste el paquete por primera vez.
El eterno pasillo en el que te mordí el cuello la primera noche en que te invité a subir.
El sofá donde probé por primera vez tus tetas con sabor a bailey's con hielo.
La minúscula cama donde hacías como que dormías para que yo sí pudiera hacerlo.
El espejo en el que intenté atrapar tu juventud.
La almohada que beso cuando me doy cuenta de que no estás.
Tus lóbulos, mis pestañas.
Tus pechos, mi locura,
el hueco de tu ausencia.
Algunos besos que metí en un cajón,
un par de poemas a medias,
la puerta que nunca debí dejar que atravesaras,
el taxi al que tenía que haber pinchado las ruedas.
sábado, 22 de diciembre de 2018
Tu luz
Tu luz,
tu trémula, tintineante e inmarcesible luz.
Mis tinieblas,
mis sempiternas, nocturnas y estáticas tinieblas.
Tu risa,
la magia,
el calor.
Mis ojeras,
tu esperanza,
mi amor desangrándose en el baño.
Las curvas,
tu insultante juventud,
el eco de tus gemidos.
Mis manos,
tu cueva,
el placer derramado,
la eterna llama de los años eléctricos.
Y tu luz,
trémula, tintineante e inmarcesible.
Tu luz deslumbrando mis tinieblas.
Tu luz.
tu trémula, tintineante e inmarcesible luz.
Mis tinieblas,
mis sempiternas, nocturnas y estáticas tinieblas.
Tu risa,
la magia,
el calor.
Mis ojeras,
tu esperanza,
mi amor desangrándose en el baño.
Las curvas,
tu insultante juventud,
el eco de tus gemidos.
Mis manos,
tu cueva,
el placer derramado,
la eterna llama de los años eléctricos.
Y tu luz,
trémula, tintineante e inmarcesible.
Tu luz deslumbrando mis tinieblas.
Tu luz.
domingo, 21 de octubre de 2018
Dime
Dime que tú también lo sentiste,
dime que tu piel se erizó,
que tu mundo se paró para juntarse con el mío.
Dime que mis ojos fueron el abismo,
que tus manos temblaron con mi tacto,
que tus labios me llamaban.
Que la música paró,
que tu miedo se esfumó,
que se fueron para siempre las dudas infinitas.
Dime, no sé, que me extrañas,
que me amas,
que aún sueñas con mis noches,
que maldices las mañanas,
que enloqueces cuando sabes que en mi casa ya no hay sitio,
que en tu cama ya no hay sitio,
que mentimos a diario,
que te busco en otros cuerpos,
que te muerdes, que me arañas,
que me llamas y no estoy.
Dime que tú también lo sientes.
dime que tu piel se erizó,
que tu mundo se paró para juntarse con el mío.
Dime que mis ojos fueron el abismo,
que tus manos temblaron con mi tacto,
que tus labios me llamaban.
Que la música paró,
que tu miedo se esfumó,
que se fueron para siempre las dudas infinitas.
Dime, no sé, que me extrañas,
que me amas,
que aún sueñas con mis noches,
que maldices las mañanas,
que enloqueces cuando sabes que en mi casa ya no hay sitio,
que en tu cama ya no hay sitio,
que mentimos a diario,
que te busco en otros cuerpos,
que te muerdes, que me arañas,
que me llamas y no estoy.
Dime que tú también lo sientes.
jueves, 4 de octubre de 2018
Ojalá un otoño eterno
Ojalá un otoño eterno,
un cine que no cierre,
una brecha que no se abra,
tu voz tras el telefonillo,
tu jersey en mi pomo,
las ascuas.
Que las hojas caducas se eternicen,
que las heridas cicatricen,
retener tus caricias curativas,
tu risa sanadora,
tu escucha que restaura,
tus gemidos en mi cuarto erizándome la nuca.
Que tu copa no se rompa,
que tus besos se me peguen,
que el polvo no se haga ceniza
ni el humo niebla.
Quédate esta noche en mi piso
que el camino es oscuro,
que mañana aun no existe.
Quédate esta noche en mi otoño.
un cine que no cierre,
una brecha que no se abra,
tu voz tras el telefonillo,
tu jersey en mi pomo,
las ascuas.
Que las hojas caducas se eternicen,
que las heridas cicatricen,
retener tus caricias curativas,
tu risa sanadora,
tu escucha que restaura,
tus gemidos en mi cuarto erizándome la nuca.
Que tu copa no se rompa,
que tus besos se me peguen,
que el polvo no se haga ceniza
ni el humo niebla.
Quédate esta noche en mi piso
que el camino es oscuro,
que mañana aun no existe.
Quédate esta noche en mi otoño.
miércoles, 12 de septiembre de 2018
Tieta
La tieta se sienta en el sofá del comedor
los pies en alto, tapada aunque sea el mes de agosto
la tele pega gritos y la tía mira pero no mira
oye pero no oye
está pero no está.
Se ha levantado a las 10, ha desayunado a
regañadientes
y, también a regañadientes, Marta la ha aseado.
La tieta se sienta y espera.
Quizás tenga suerte y alguien venga a visitarle.
Mientras tanto espera.
Mati se va al Corte Inglés a media mañana y Carmen se queda con Marta.
La tele sigue gritando, el reloj avanza lentamente, la
tieta pega una cabezadita con la boca abierta y le cae levemente la baba...
Se despierta aturdida
no sabe dónde está, ni por qué está tan sola
gira la cabeza de un lado al otro de la sala
pero sus ojos cansados no encuentran a nadie
así que la tía se vuelve a dormir.
Mati llega cerca de la hora de comer
la tía Carmen le pregunta que si ha visto a su hermano
la tía Mati no entiende que Carmen sólo está
desorientada
entonces le grita
y la tía, como tampoco entiende nada, le hace burla
y Mati llora y piensa que por qué le tiene que pasar
esto a ella.
La tía Carmen come triturado porque si no se le cae
todo
y no quiere más
ni quiere beber agua.
Después de comer vuelve al sofá,
se acuerda entonces de otros tiempos
otro días en que la casa se llenaba de gente
y la iaia Matilde hacía canelones
o carne empanada
y todos éramos felices.
Y la tarde que parece que no pasa
y yo que paso por ahí y llamo al timbre
y subo y me siento al lado de la tía Carmen.
Y ella me confunde con mi padre
o con mi primo, pero yo sé que es sólo un lío de
nombres
porque nos miramos a los ojos y yo siento que la vida
nos ha dado otra oportunidad
que mientras la tía esté aquí aunque no quiera estar
pues al menos que esté con nosotros.
Y hablamos, pero nos cuesta entendernos.
La tía Mati se pone nerviosa porque la tía Carmen se
hace líos
y me dice que se está portando mal, que no come, que
no quiere que Marta la ayude
y yo le riño, pero poco porque bastante tiene ella
y me voy porque me tengo que ir, pero con miedo.
Temo cada vez que sea la última
y cuando me alejo a veces se me escapa una lagrimilla
porque mis ojos están intentando retener cada arruga
de la piel de mi tía
para que nunca se me olvide todo lo que ella me ha
enseñado y que hoy sólo transmite a través de los poros.
Por eso extiendo mi brazo para que me haga cosquillas
y ella lo hace con cuidado porque ha olvidado todo
menos la delicadeza con la que siempre nos ha tratado.
Y llego a casa y al poco suena el teléfono
y es mi tía, pero llamaba a casa de mi hermana y se ha
confundido
y ya que está, aprovecha para preguntar por mis padres
y se tienen que poner
y ella les envía besos por el hilo telefónico
y mañana volverá a hacerlo, afortunadamente
o gracias al dios en el que ella cree y al que yo no
entiendo
y del que pienso que no es todopoderoso por permitir
que mi tía envejezca tan mal
y que la vida se porte así con quien sólo ha sabido
dar bondad a lo largo de más de 90 años.
La tieta sigue sentada, sigue esperando y su mundo
cada vez es más pequeño,
y el aire no se renueva porque no deja que abran las
ventanas para que no entre corriente y la casa cada vez agobia más
y ella no sabe si estamos en verano o en invierno
pero a ella le da igual ya.
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